En el principio fue el carey, pero cuando la caza desmedida de esta tortuga la puso en peligro de extinción y se prohibió determinantemente su consumo, los artesanos se quedaron sin materia prima: con el caparazón, que terminaba por desecharse, ellos hacían sus artesanías.
Entonces, comenzaron la búsqueda. Tenían que encontrar un material igual de resistente que el carey para trabajar. La primera opción con la que se toparon fue el oro, y muchos decidieron seguir ese camino. Algunos otros dieron con el hueso y el cuerno que demostraron tener la suficiente dureza para ser transformados en piezas artesanales (además de que tenían la ventaja de ser residuos como el carey).
Así es como nació el tallado de cuerno, un trabajo artesanal que se lleva a cabo en el estado de Campeche… Y en esa historia, se conecta la de Guadalupe, que como muchos otros artesanos inició su trayectoria en su niñez, cuando su padre le enseñó a crear con sus manos. Desde esos días, él abrazó esta labor, y ahora ya está transmitiendo a sus hijos esos conocimientos que lo distinguen.
Tradición familiar que persiste
Las artesanías de cuerno hechas por Guadalupe nos llevaron hasta a esa ciudad puerto, ciudad fortificada, rodeada de naturaleza. Su lugar de trabajo se encuentra cerca de un mercado de pesca, al que la gente asiste para comprar pescado y mariscos frescos. Antes de llegar a conocerlo, tuvimos que recurrir a tomar un poco de agua de coco con hielo para bajar el calor tan característico de Campeche.
El artesano trabaja en su casa y la primera persona que nos recibe es su hija mayor, Alicia, quien se dedica a comercializar las artesanías de su padre y participa en el detallado de algunas piezas.
La casa no es muy espaciosa, nada de lujos, y el proceso del tallado de cuerno se reparte entre dos patios, que son separados por la cocina y una recámara. Guadalupe nos saluda un poco nervioso, pero eso no evita que nos muestre su trabajo y los reconocimientos que tanto él como sus hijos han recibido por ello. La mesa de su comedor termina cubierta de piezas de cuerno y de hueso que han sido premiadas. La pared de ese mismo sitio luce fotografías en las que aparecen con figuras de la política en los eventos a los que han asistido.
Asimismo, nos platican con orgullo que el más pequeño de la familia, de apenas 8 años, ya ha ganado premios infantiles de tallado, cuya técnica la aprendió de su padre. “Dice que él quiere ser artesano como su papá; él se siente muy orgulloso de lo que hacen y dice que solo va a la escuela porque tiene que ir, pero lo que en realidad quiere ser es artesano”.
Y entonces, Guadalupe nos muestra el proceso que sigue para crear sus artesanías, y con ello, comienza un ir y venir entre los patios que fungen como taller. Mientras él trabaja y su hija nos acompaña, el resto de la familia sigue con sus actividades: peinados, maquillaje, pláticas, risas… su cotidianeidad comprende ya ese quehacer artesanal.

El principio de todo es la limpieza del cuerno, hay que sacarle los restos de carne que aún tiene. Se alza en el aire un olor desagradable, fétido. Luego, el material se talla con diferentes tipos de herramientas, lo que hace que se desprenda bastante polvo; para terminar, se detalla y pule. El artesano nos explica que, a diferencia de otros, él prefiere usar instrumentos rudimentarios, que a veces él mismo fabrica, como taladros con hilo y poleas. “Así estoy acostumbrado a trabajar, así aprendí”.
“Nos podrías explicar con tus palabras todo lo que acabas de hacer…”. El nerviosismo provoca que Guadalupe apenas nos diga algunas, atropelladas, dejándonos con más dudas; pero Alicia sale a su rescate. Después vienen algunas fotos. No. La pena les hace rechazar la petición, pero al final ceden. Él sólo se coloca para una y se va. No es que sea huraño, pero es más un hombre de trabajo y tanta atención en él no termina por gustarle. Eso sí, lo que más quiere es que se interesen en sus piezas, eso es para él lo importante.
Nos despedimos, pero con Alicia todavía hicimos una parada más.
Orgullosos de ser artesanos
Muchos de los premios que Guadalupe y Alicia han recibido son por parte de gobiernos de otros estados de la República, así que para ir por ellos deben trasladarse de su lugar de residencia hasta la entidad que los reconoce. Y aunque van representando a su estado, no reciben ningún tipo de apoyo para poder transportarse.
Alicia nos lleva a un Centro de Artesanías que el gobierno campechano remodeló hace ya un tiempo para que sus artesanos tengan un espacio de exhibición y venta de sus piezas. Ahí, ella y su padre cuentan con un pequeño local, el cual tiene como trasfondo una historia un tanto amarga, porque la remodelación de este sitio repercutió en su futuro.
El gobierno les había solicitado dinero para darles el nuevo local y el permiso para exponer su trabajo; sin embargo, la familia no contaba con la cantidad requerida y Alicia, para ayudarle a su padre con la comercialización, tuvo que abandonar la escuela. Ella y Guadalupe se convirtieron en el sostén de la familia y lograron mantener ese pequeño escaparate para las artesanías que con gran esfuerzo fabrican.
“Yo quería estudiar contabilidad, pero con todo esto ya no pude continuar con mis estudios. Yo peleé por este lugar porque es importante para nuestra familia y para el trabajo de mi papá”.
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