El solo escuchar la palabra “trabajo” debería ser suficiente justificación de que algo en sí tiene un valor. Tristemente eso no pasa con la labor de los artesanos, que muchas veces sufren del regateo.
Aquí te dejamos algunas razones para valorar, y mucho, el trabajo artesanal y dejar a un lado tan mala costumbre (la cual, en la mayoría de las ocasiones, persiste debido al desconocimiento sobre los procesos de elaboración).
Son piezas originales y únicas
Y ese valor tan alto se los da el hecho de que su producción es manual o que, a lo mucho, se utilizan herramientas rudimentarias en su elaboración. No hay tecnificación de por medio ni procesos industrializados, lo que provoca que una pieza artesanal no pueda ser igual a otra (como la mayoría de los productos que consumimos).
Quizá el artesano pueda repetir el diseño de alguno de sus jarrones, por ejemplo, pero nada asegura que el color y los trazos vayan a ser exactamente iguales a la primera pieza que realizó. Tal vez, durante el decorado, decida cambiar un poco el trazo, y los pigmentos, en esa ocasión, no tomaron la misma intensidad que los de hace unos días.
Por supuesto, esto también causa que el tiempo empleado en su creación sea mayor. Hay artesanos que trabajan días o hasta meses en una sola artesanía.
Sumado a esto, la mayoría de los productos artesanales son hechos con materias primas que sólo se encuentran en una determinada región, lo que aumenta todavía más su valor.
Tiempo, esfuerzo, creatividad, habilidad manual y materias primas regionales se traducen en una pieza artesanal única.
Protegen un legado
Imagina que tu abuelo, abuela, padre o madre te regalan un objeto muy preciado, que ha estado por generaciones en tu familia, cuyo valor no sólo radica en lo económico, sino también en lo sentimental. Seguramente lo cuidarías y protegerías para más tarde dárselo a algún otro integrante de tu familia. Pues con las artesanías sucede algo similar, pero a una escala mayor.
Y es que muchas de las piezas artesanales que se crean en el país continúan existiendo debido a que el conocimiento de las técnicas que las hacen posibles pasa de una generación a otra. Los viejos y experimentados en un determinado arte (alfarería, bordado, herrería…) enseñan a los más jóvenes todos los pasos necesarios para que una artesanía tenga las características deseadas. Así es como se preservan en el tiempo.
Por supuesto, no sólo transmiten técnicas y procesos, sino también toda una forma de ver el mundo. Y es que cada artesanía guarda en sí misma tradiciones ancestrales que están relacionadas con el entorno del cual surgió y se nutrió. También son una representación de la sensibilidad y creatividad del artesano, quien en cada pieza es capaz de plasmar su forma de ver la vida y la de su comunidad.
Así que el trabajo artesanal (y sus resultados) representa conocimientos milenarios que, si bien se renuevan, mantienen mucho del pasado individual y comunitario.
¿Acaso no todo trabajo tiene un valor?
Ya sea que tengas tu propio negocio, seas un profesionista independiente o tengas un empleo, lo más seguro es que estés totalmente de acuerdo con la idea de que debes recibir la remuneración económica justa por la actividad laboral que desempeñas. A nadie le gusta que le paguen menos de lo que merece, mucho menos que alguien quiera que le regales tu trabajo.
Muchos artesanos llevan años dedicándose a su arte, perfeccionando sus técnicas, incluso hay quienes son maestros reconocidos con múltiples premios. Algunos de ellos están inmiscuidos en todo el proceso de elaboración de sus piezas: van a buscar la materia prima y escogen la mejor para transformarla; luego, dedican horas y hasta días a la creación, para más tarde vender su producto, el cual puede que no lo compren inmediatamente. Y hasta ahí todo bien, el problema sucede cuando los interesados regatean y el artesano tiene que bajar sus precios.
A veces, se olvida que el trabajo artesanal no es sencillo, que conlleva una extraordinaria habilidad manual y paciencia; que guarda en sí tradiciones y técnicas milenarias, que es parte de nuestra cultura (como mexicanos); y que de él no sólo se sostiene una persona, sino una familia completa. Así que, ¿por qué no darle el valor que merece?
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