Los seri o comcáac, palabra que en su lengua significa “la gente”, son un pueblo indígena del norte de México, que siempre ha vivido de forma nómada. Actualmente, se sustentan de la pesca, la recolección de semillas en el desierto y la fabricación de artesanías.
De entre su trabajo artesanal, destacan las coritas, cestas que son elaboradas por las mujeres seri y cuya fabricación puede llevarles de un mes hasta más de un año, según el tamaño de la canasta.
El tiempo y dedicación que las artesanas le dan a cada una de sus coritas son argumentos de peso para valorar estas piezas, las cuales están cargadas de la energía y la espiritualidad de los comcáac, pues durante su proceso de creación, las mujeres cantan y rezan para proteger su trabajo de los malos espíritus.
¿Cómo fabrican las coritas?
De acuerdo con información de Lutisuc, organización civil que apoya la cultura indígena de Sonora, la producción de esta artesanía inicia con la recolección de la materia prima: el torote prieto. Cuando las mujeres salen a cortar las ramas (de 3 a 4 varitas por arbusto), lo hacen acompañadas de sus hijos y maridos, y van eligiendo las más adecuadas para trabajar.
Una vez que las han llevado a su hogar, prenden una hoguera para tatemar las ramas y poder quitarles la corteza. Después, las desgarran para conseguir tiras gruesas y delgadas.
Antes de comenzar a tejer, las artesanas tiñen las fibras en colores negro o café. Para lograr esto, mezclan distintas materias vegetales que ponen a cocer. Luego, introducen las fibras de torote en la cocción y las dejan reposar por un tiempo determinado, el cual deciden a partir de la intensidad de color que busquen.
Las artesanas logran los colores mediante las siguientes mezclas:
- Para obtener el color negro, cuecen la goma y corteza del árbol mezquite, o bien, la mezcla del chamizo negro y raíz del mangle rojo, hervido con agua salada.
- El color café lo logran de la raíz del cosahui o heepol, machacada y cocida.
- El color rojo, del arbusto ataj ipol mezclado con cáscara de granada.
- Y el amarillo, de la flor de xomeete.
Cuando ya tienen las fibras teñidas, las remojan por dos horas en agua de mar, con la finalidad de hacerlas más flexibles, reafirmar su color y protegerlas de la cría de termitas y otros animales.
Con la habilidad de sus manos y un hueso de venado afilado en forma de punzón, las artesanas se aprestan a iniciar el tejido, al cual van dando la forma que su creatividad y tradición les marquen: pueden ser dibujos geométricos o figurativos (estrellas, flores o algún animal).
Mientras las artesanas tejen las fibras, rezan y cantan para alejar a los malos espíritus y las envidias de su creación. Si el punzón llega a rechinar durante la labor, la mujer seri se detendrá y deberá hacer una ofrenda para que la corita se contente. Solo así podrá continuar trabajando, pues el rechinido es signo de mala suerte para ella y su familia.
“El mar no es transparente estoy en la punta del mar pero aún así, el remolino me parece hermoso. El mar no es cristalino. Estoy en medio del mar. Estoy en la brisa, de las olas del mar.” (Traducción tomada del programa “Creación y oficio”, de Canal Once)
Entre rezos milenarios y cantos como el anterior, que son expresados en la lengua nativa de las artesanas, las coritas nacen y buscan hacerse de un espacio en este mundo caótico y lleno de prisas.
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