Fuera del país, las artesanías mexicanas son ampliamente valoradas y cuentan con un gran reconocimiento debido a que son productos que representan la diversidad cultural, lo que las convierte en un sector con gran potencial de desarrollo; sin embargo, la creación y comercialización de estas presenta varias dificultades.
Y es que, aunque hay compradores nacionales que realmente están interesados en los productos artesanales y pagan el precio justo por ellos, hay algunos otros más que regatean el costo, lo que desvaloriza el trabajo artesanal. Esto pasa en muy pocas ocasiones con los consumidores extranjeros, quienes incluso pagan un poco más por los costos arancelarios (cuando las artesanías viajan hasta sus países). Los mismos artesanos no dudan en señalarlo: cuando los turistas extranjeros se acercan a comprarles piezas, es raro que pidan descuentos; eso no pasa con los turistas nacionales.
Entre las dificultades que el sector artesanal presenta para que sus piezas lleguen más allá de las fronteras está la falta de inversión, que impide la eliminación de las barreras que limitan las capacidades de los diversos procesos de producción.
Otro obstáculo son los pedidos por mayoreo. Hay personas que al solicitar varias piezas, quieren un precio de mayoreo, lo que no entienden es que lo hecho a mano no se lleva ni menos tiempo, esfuerzo o material entre más productos se hagan, sino al contrario: es más tiempo y dedicación, hasta el material sale al mismo costo. Lo peor es que hasta piden la entregas de sus pedidos en tiempo récord, algo que muchos artesanos no pueden cumplir, pues la realización de una sola pieza puede llevarles días.
Ante la poca valoración del mercado nacional de su trabajo, muchos artesanos prefieren abaratar sus costos con tal de vender, pues la mayoría tiene esta actividad como su única fuente de ingresos.
Más obstáculos para la exportación
La actividad artesanal suele desarrollarse en zonas rurales, en sitios muy alejados de las ciudades y que son difíciles de alcanzar. Esto vuelve compleja la comunicación con las comunidades o familias que se dedican a crear artesanías, además de que dificulta los envíos de los productos a otros estados y países.
Esto también implica que en muchas regiones en las que hay artesanos no haya internet ni se cuente con el equipo tecnológico necesario, computadora o smartphone, para vender productos en línea o siquiera tener un correo electrónico o un número para enviar mensajes por WhatsApp. Así que el comercio electrónico, que en tiempos de pandemia ganó fuerza y se hizo vital para los negocios, simplemente queda vedado para muchos artesanos… Si no pueden llegar ni siquiera a los compradores nacionales, ¿cómo hacerse notar por los extranjeros?
A esto hay que añadir las problemáticas derivadas del plagio de diseños y artesanías, que son realizadas por marcas o empresas tanto mexicanas como extranjeras. Por ejemplo, muchos artesanos se quejan de que productos chinos que simulan sus piezas se venden a precios más bajos en sus estados y otras entidades de la República; sin embargo, estos ni siquiera se acercan a la calidad que ellos garantizan (porque hasta los materiales usados son de menor calidad). En este punto también entran las polémicas en el mundo de la moda, pues varias marcas han sido acusadas de plagio y apropiación cultural de diseños de comunidades indígenas mexicanas.
Así pues, el proceso de exportación de artesanías mexicanas aplica para quienes están más consolidados, es decir, para quienes tienen una posición segura en el mercado mexicano que les permita abrir puertas en el extranjero. Es por eso que muchos artesanos buscan asociarse con empresas o marcas que los apoyen en la comercialización de sus productos.
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